Nueva versión de las aventuras de Spider-Man, el superhéroe de Marvel creado por Stan Lee y Steve Dikto, diez años después de que Sam Raimi iniciara su lograda trilogía fílmica. El reto para Marc Webb –director de la original comedia romántica (500) días juntos– era grande, sobre todo porque se trata de volver a empezar la saga, como tuvo que hacer Christopher Nolan con Batman.
Webb sale airoso. El guión cuenta con tres autores que aportan lo que precisa el espectador contemporáneo: personajes sólidos y clasicismo –Sargent, que ya trabajó con Raimi, y firmó el libreto de Gente corriente–, un toque oscuro –Vanderbilt, que escribió Zodiac– y enganchar con los jóvenes –Kloves, autor de los guiones de la saga Harry Potter–. Y la fuerza visual y derroche de imaginación del director siguen palpándose, con un buen uso del 3D y una Nueva York menos de videojuego que la de Raimi.
Nada es nuevo y todo es nuevo. Por si no está claro, casi al final del film hay una breve escena donde se dice que todos los argumentos son resumibles no en diez paradigmas, sino en uno. Sigue presente la idea de la responsabilidad en las elecciones y el uso de los propios dones, a lo que se añade una trama biotecnológica e intriga sobre qué fue de los padres de Peter Parker, antes que de que le picara la famosa araña. Andrew Garfield es un buen protagonista, y destacan también Emma Stone, su interés amoroso; Denis Leary, el padre de ella, y Martin Sheen y Sally Field, los tíos de él. El trágico villano tiene su interés, y está bien encarnado por Rhys Ifans.