Entre 1929 -año en que se convierte en la primera mujer en cruzar el Atlántico en avión, como pasajera- hasta su desaparición en el Océano Pacífico en 1937 -cuando culminaba su vuelta al mundo por el aire-, la estadounidense Amelia Earhart se convirtió en el popularísimo icono de la liberación de la mujer y de su integración en el mundo laboral moderno. Eso sí, gracias al apoyo incondicional de su esposo y editor George Puttnam, que tuvo que luchar contra los prejuicios de unos y otros, y contra la propia frivolidad de Amelia, que le fue infiel con el famoso atleta y aviador Eugene Vidal, padre del escritor Gore Vidal.
Basado en las biografías de Amelia Earhart escritas por Susan Butler y Mary S. Lovell, el guión de esta película carece en todo momento de continuidad narrativa, tensión dramática y hondura moral; de modo que los episodios se suceden sin chispa ni vigor, como si bastara para sostenerlos un feminismo ramplón y relativista. Ante tan grave carencia, de poco sirve la enfática banda sonora de Gabriel Yared o la bella factura que impone la india Mira Nair (La boda del monzón, El buen nombre), sólo eficaz en la angustiosa y bella resolución. Y tampoco salvan el filme los elogiables esfuerzos de sus magníficos actores, atrapados en las camisas de fuerza de los monigotes que interpretan.