Primavera, verano, otoño, invierno. Un año más, un año menos. Al ritmo estacional seguimos en las cercanías de Londres al feliz matrimonio que componen Tom, ingeniero geólogo, y Gerri, terapista ocupacional, y sus alrededores: el hijo que no acaba de encontrar novia, la inestable compañera de trabajo de Gerri, el amigo maduro y algo tosco, el hermano que acaba de enviudar.
Historias corrientes sobre la familia y la amistad que tienen la virtud de cobrar un valor extraordinario. Con su parte tierna, su regusto de amargura, e inconfundibles señas de autenticidad.
El británico Mike Leigh (Secretos y mentiras) es un auténtico poeta de lo cotidiano, sabe pintar a la gente de la calle, y mostrar sin estridencias sus cualidades y defectos. Aquí tenemos a un reparto maravilloso, que sabe componer bien a un matrimonio bondadoso, aunque a veces se les empuje hasta el límite de su paciencia: estupendos Jim Broadbent y Ruth Sheen.
Formidable se muestra también Lesley Manville: su personaje se prestaba al histrionismo, y ella la dota de un equilibrio maravilloso en su desequilibrio. Podríamos jugar a repasar todo el reparto y de cada actor extraeríamos valiosas lecciones humanas y de interpretación. Bastan unos instantes en pantalla a Karina Fernandez para que la veamos como la nuera ideal, o a Imelda Staunton para saber que la vida acarrea muchas veces toneladas de sufrimiento, que nos empeñamos en deglutir en soledad.
Hay también acierto en la dirección artística. La paleta de colores corresponde a cada época del año, y en especial los grises desoladores del invierno acompañan muy bien la historia luctuosa, donde se atan los cabos para indicarnos que, pasado un año, la vida continúa, prometedora e incierta.