Director y guionista: Lars Von Trier. Intérpretes: Björk, Catherine Deneuve, David Morse, Peter Stormare, Udo Kier, Joel Grey, Vincent Paterson, Jean-Marc Barr. 139 min. Jóvenes.
La última película del danés Lars Von Trier es un milagro creativo. Menos llamativo que el de Rompiendo las olas, pero no menos milagro. ¿O no lo es conjugar melodrama desaforado, realismo cotidiano, alegato social y… musical? Elementos que podían chirriar se combinan para dar puro y sabroso cine.
Selma es una inmigrante checa en Texas. Tiene un hijo. Trabaja sin descanso en una fábrica. Sus escasos momentos de ocio los dedica a su hobby favorito: el musical, ya sea contemplado en la pantalla de cine, o ensayado para un montaje escénico. Tiene una amiga del alma, compañera de trabajo. Y unos vecinos -un policía y su esposa- con los que se lleva bien. Pero existe una grave preocupación: Selma está perdiendo la vista a pasos agigantados; y la enfermedad es hereditaria.
Este film, con tantos componentes melodramáticos, no trasluce en ningún momento un aire recargado, aunque haya sitio para amistades hondas, secretos hasta la muerte, dolor y sacrificio, amores desgraciados… ¿Y qué lo airea? Primero, la fidelidad que Lars Von Trier guarda a los principios del movimiento Dogma del que fue cofundador. Con compulsiva cámara en mano, sin música y con ruidos fabriles, la historia que se nos cuenta cobra un imposible aire realista. Hasta que, de pronto, la película se convierte en un musical: ¡fuera principios dogmáticos! Los sonidos cotidianos de la fábrica se aíslan, advertimos en ellos una sonoridad, una cadencia, que en la cabeza de la soñadora Selma se transforman en los ritmos de un magnífico número musical. Luego vendrán más representaciones musicales, que pueden interpretarse no solo como modos que tiene Selma para evadirse de una realidad demasiado molesta, sino como parte de su capacidad -en el fondo, la de cualquier ser humano- de transformar los momentos más anodinos e incluso terribles de la propia existencia en momentos mágicos, plenos de trascendencia. Así ocurre en el desenlace del film, que -como se dice explícitamente- no puede ser el final, si uno no quiere que lo sea.
Un reparto arriesgado, internacional, donde el protagonismo recae en la cantante Björk. Magnífico su trabajo, tanto en las canciones, como en su interpretación, premiada en Cannes. Pero también espléndidos Catherine Deneuve, David Morse, Peter Stormare, Jean-Marc Barr… Y citemos también a la carcelera del corredor de la muerte, Siobhan Fallon, que ofrece un personaje sencillamente conmovedor. La película ganó la Palma de Oro en el último Festival de Cannes. Lógico.
José María Aresté