No sin razón recibió Blanco el Oso de Plata al mejor director en el último Festival de Berlín. Pues esta insignificante y nada inconsistente película, cuya historia hace agua por todos lados, que se hunde con los actores y todo el equipo, consigue llegar… a algún puerto gracias al timón de Kieslowski. Demasiada orquesta y coros para un macabro chiste sin ángel, retorcido y falso, sobre un matrimonio roto. Bastaba con un corto.