Director y guionista: Michael Haneke. Intérpretes: Juliette Binoche, Thierry Neuvic, Sepp Bierbichler, Alexandre Hamidi, Helene Diarra, Ona Lu Yenke, Djibril Kouyate. 117 min. Jóvenes-adultos.
El alemán-austriaco Michael Haneke (El séptimo continente, El vídeo de Benny, 71 fragmentos de una cronología al azar, Funny Games) amplía su visión del destino, la insolidaridad y la soledad en Código desconocido, film al que subtitula Relato incompleto de diversos viajes. Estos diversos viajes, exteriores e interiores, los realizan varios personajes cuyas vidas se entrecruzan en un boulevard de París. Un adolescente, hijo rebelde de un agricultor atormentado, tira despectivamente un papelajo en el regazo de una vagabunda. Un joven negro sale en defensa de la mendiga, e intenta que el otro se disculpe. Llega la policía, y todos acaban en la cárcel. La vagabunda es expulsada de Francia y retorna a Rumania con su marido y sus tres hijas. El chaval rebelde huye de casa de su padre, a pesar de los esfuerzos de su hermano, fotógrafo de guerra, y de la novia de éste, una actriz a punto de triunfar, al menos en el ámbito profesional. Por su parte, el chaval negro sigue ayudando a su familia senegalesa, enseña a tocar el tambor a niños sordomudos e intenta llevar a buen puerto un incipiente romance interracial.
Bien asentado en una sensacional dirección de actores -que hace posible una interpretación antológica de Juliette Binoche-, Haneke dibuja estas dolientes existencias a través de una arriesgada puesta en escena hiperrealista, fracturada por radicales elipsis y saltos temporales, y dominada por largos planos-secuencias, resueltos a cámara anclada o con espectaculares travellings de varios minutos. Y, durante todo este apabullante despliegue, otorga una importancia decisiva el empleo del fuera de campo, la voz en off y los símbolos visuales y sonoros. De este modo, la película supone en sí una rotunda respuesta afirmativa a dos preguntas retóricas que se ha planteado el propio director: «¿Puede la realidad ser representada?» y «¿Puede la alusión sustituir a la descripción?».
A tono con estos planteamientos, la película resulta muy hermética, y parece ir mucho más allá de los temas evidentes que, según su guionista-director, afronta: «La confusión babilónica de lenguas, la incapacidad de comunicación, la frialdad de la sociedad de consumo, la xenofobia…». Sin embargo, es difícil precisar hacia dónde «va mucho más allá»; aunque se intuye que probablemente sea hacia un enfoque espiritual de la vida -digámoslo así-, en las antípodas del materialismo hedonista. Incluso, algún crítico ha equiparado ese código desconocido, que une las vidas de personajes tan diversos, con eso que la teología cristiana llama la comunión de los santos. En todo caso, Haneke y sus maravillosos actores arrancan varias secuencias magistrales, con un grado altísimo de humanidad, autenticidad y emotividad.
Jerónimo José Martín