Pietro es un italiano de mediana edad, ejecutivo en una empresa de comunicación que está inmersa en un complicado proceso de fusión. Un día, mientras salva a una desconocida en la playa, su esposa fallece inesperadamente cuando está con su hija Claudia, de diez años. Entonces, Pietro entra en una crisis singular, sorprendentemente calmada, que le lleva a quedarse todo el día en el parque que hay enfrente del colegio de su hija. Poco a poco, mientras espera la llegada del dolor, Pietro se replantea su riguroso código de valores, y el sentido de su trabajo y su vida, mientras se convierte en punto de referencia de la gente que va al parque y también de sus familiares, amigos, jefes y compañeros, que se desplazan hasta allí para pedirle consejo sobre los temas más variados.
Esta especie de fábula moral, basada en la novela homónima de Sandro Veronesi, padece una larga y explícita escena de sexo, irritante en sí, y que a punto está de echar a perder toda la película, pues rompe por completo su tono contenido e incluso provoca confusión respecto a al verdadero conflicto del protagonista. De modo que, sin esa secuencia, la película habría ganado mucho en calidad artística y dramática.
En cualquier caso, el filme atesora ciertas cualidades que lo hacen interesante. Por un lado, el guión de Nanni Moretti, Laura Paolucci y Francesco Piccolo define muy bien a los personajes, dosifica hábilmente el melodrama, y lo suaviza con un humor sutil, a través del que entra un fresco costumbrismo, muy italiano.
De este modo, resultan cercanos y emotivos sus lamentos sobre el desgarro que provoca el sufrimiento, y sus cavilaciones sobre la oportunidad que proporciona ese mismo dolor para replantearse la vida en unos parámetros más humanos que los del materialismo hedonista. Ciertamente, este enfoque se queda en un escuálido agnosticismo, frágil en sus cimientos, limitado en su alcance y cerrado a la trascendencia. Pero, al menos, va más allá de la terrible desesperación con que culminó Nanni Moretti La habitación del hijo, de la que Caos calmo viene a ser una peculiar continuación, al menos temática.
Por su parte, el inquieto cineasta italiano demuestra otra vez que también es un gran actor, tanto para la comedia como para el drama, al igual que el resto de intérpretes que lo secundan. Todos ellos son mimados por la contemplativa puesta en escena de Antonello Grimaldi, variada y sugerente en su planificación, aunque un poco irregular en su ritmo, pues se deja llevar por los fluctuantes sentimientos del protagonista.