Cumplidos los 40, Goro, hijo de Hayao Miyazaki y licenciado en agronomía, dirige y escribe su primer largometraje de animación que produce el estudio Ghibli, propiedad de su padre. Cuentos de Terramar es una adaptación bastante libre de la saga homónima de la novelista Ursula K. Le Guin, publicada a lo largo de más de 30 años (entre 1968 y 2001), que ha recibido las aportaciones de un cómic de Hayo Miyazaki titulado El viaje de Shuna, publicado en 1983.
La película narra las aventuras del joven Arren, el atribulado e inseguro príncipe del reino de Enlad, que con la ayuda del gran mago Gavilán, luchará por devolver el equilibrio del mundo, fracturado por las malas artes de una bruja.
El poderío técnico-artístico del estudio Ghibli se aprecia nítidamente en la calidad de la animación y en el impresionante uso del color, con secuencias urbanas y campestres de extraordinaria belleza. El problema de la película es que el guión es de baja calidad, quizás porque Goro ha querido mezclar dos historias, hacer demasiados «homenajes» a la obra de su padre, y porque no ha cuidado a los personajes, mucho menos atractivos que los de películas anteriores de Hayao Miyazaki, como las magníficas Nausicaa del valle del viento y La princesa Mononoke. La película peca de simple y discursiva, aunque tiene momentos muy logrados. En honor a la verdad hay que señalar que Hayao Miyazaki (Tokio, 1941) siempre mostró interés por la saga de Ursula K. Le Guin, hasta el punto de que a principios de los años ochenta envió un guión (El viaje de Shuna) a la autora para que aprobase esa libre adaptación al cine. Entonces Miyazaki era menos conocido y la novelista rechazó la oferta. Ahora Miyazaki es el número uno de la animación mundial y la autora californiana de 78 años accedió.
