El director y guionista Gabriel Le Bomin aprovecha los aniversarios de Charles de Gaulle –130 años de su nacimiento, 80 años del llamamiento a la resistencia y 50 de su muerte– para contar cómo sucedió aquello: la incapacidad del ejército francés para detener el avance alemán y el derrotismo de los viejos militares al mando. De Gaulle, contrario a capitular, fue enviado por el presidente Reynaud a Londres para negociar con Churchill. Tras el desastre, volvió por su cuenta para animar a los franceses a continuar la lucha.
Se trata de una película correcta, de factura convencional, que ilustra bien los hechos y mantiene el interés porque prácticamente todo lo que cuenta resulta nuevo e interesante. Se echa de menos un contexto que los franceses no necesitan. Lambert Wilson realiza un trabajo admirable interpretando a De Gaulle. Resalta en particular la importancia que da el director-guionista a la esposa y a los hijos, a quienes el general quería tiernamente y que siempre le prestaron un apoyo incondicional. Deja claro, es bien sabido, que los De Gaulle eran profundamente católicos.
