Una adolescente etíope mata, en legítima defensa, a un joven que la ha raptado y violado. En una sociedad que maltrata sistemáticamente a las mujeres esto es un motivo más que suficiente para condenarla a muerte. Dos aguerridas abogadas aceptarán llevar la defensa de la chica.
Basada en una dolorosa historia real, esta película etíope cuenta el periplo de un par de abogadas dispuestas a salvar la vida de su cliente, una chica de 14 años cuyo único delito –antes de verse obligada a defenderse con la fuerza– es haber nacido mujer y tratar de completar su educación en el colegio.
Esta pequeña ópera prima de Zeresenay Mehari se alzó con el premio del público en el Festival de Sundance y ganó también otra mención del público en Berlín. Y se entiende porque, al margen de sus valores cinematográficos –no excesivos pero existentes–, la historia de Difret es lo suficientemente poderosa como para no dejar a ningún espectador indiferente.
La cinta aborda la narración de una forma muy documental y lineal, con mínimos recursos expresivos y sin caer en ningún momento en la fácil tentación de conmover al espectador con otra cosa que no sean los hechos puros y duros. No hay dramatismo, no hay morbo –ejemplar la decisión de recurrir a la elipsis para mostrar el crimen inicial contra la joven–, no hay ni siquiera lágrimas o desesperación de los familiares ante la sentencia, probablemente porque –fuera de la pantalla– hay muchos pueblos en África acostumbrados a sufrir las injusticias en pie y en silencio, sin quebrarse por fuera aunque estén destrozados por dentro.
Estas decisiones de estilo –la realización documental, la dirección de actores, la huida de todo preciosismo– hacen que la película parezca más pequeña de lo que es, pero subrayan la veracidad de lo que se nos cuenta. El espectador, que quizás ni siquiera conocía la historia concreta ni las costumbres de algunas aldeas, sale 96 minutos después no solo “informado” y alertado. Sale consciente de que para que muchas injusticias remitan hace falta el trabajo paciente de algunos. En las dos abogadas que llena el caso, con inteligencia y con indudable tesón y valentía, no solo hay dos estupendos personajes cinematográficos: hay dos referentes de lo que significa ejercer una profesión con verdadero afán de mejorar el mundo.
Ana Sánchez de la Nieta
@AnaSanchezNieta
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