Director: Shohei Imamura. Guión: Shohei Imamura y Daisuke Tengan. Intérpretes: Akira Emoto, Kumiko Aso, Masanori Sera, Jyuro Kara, Jacques Gamblin. 120 min. Adultos.
Esta película fue presentada en el 51 Festival de Cannes como un homenaje a Shohei Imamura, que en 1983 y 1997 ganó la Palma de Oro por La balada de Narayama y La anguila, y cuya Lluvia negra obtuvo en 1989 el Gran Premio de la Comisión Técnica.
Por muy discípulo de Ozu que sea Imamura, y por muy continuador de Mizoguchi y Kurosawa, Dr. Akagi es una película fallida. El primer error está en manipular mal la novela origen del guión. En concreto, se inventa un coprotagonista al lado del Dr. Akagi; se trata de una jovencita pueblerina, prostituta compulsiva, que arrastra el guión a nuevas situaciones, que desvían la línea principal, y la deterioran.
Esta línea se desarrolla durante 1945, en vísperas de la rendición de Japón en la II Guerra Mundial. Ante una sociedad militarizada y desnutrida, el Dr. Akagi, de 50 años, médico de un pueblecito costero, descubre que es la hepatitis la que hace estragos entre la gente. Su papel es el de un honrado y abnegado médico de cabecera, que desoye las burlas del Doctor Hígado por diagnosticar tantas veces lo mismo, y que lucha contra la enfermedad casi sin medios ni ayudas. Su heroica trayectoria tiene una flexión: alabado en un congreso nacional de médicos, la vanidad le lleva a iniciar el papel de investigador de la hepatitis; pero su buen corazón le devuelve enseguida a su eficiente labor oscura.
Y la compulsiva rompe esta honda imagen del médico, que no acaba de cuajar; a pesar de hacer como que es su ayudante, recogida por una supuesta caridad y por una real idiotez, se nota que es un personaje-pegote. Otros dos personajes son también presentados en esta línea de payasada torpe, de grosería inoportuna: un sacerdote borracho y mujeriego, y un médico drogadicto y estrafalario. Hasta el mismo Dr. Akagi aparece corriendo por las calles como un tonto de pueblo.
Imamura, perdido momentáneamente (espero) el sentido común, y la mesura, termina con un pretendido romántico-cósmico abrazo erótico del cincuentón con la jovencilla -20 años- disminuida psíquica, es decir, con la compulsiva, en una barca sobre el mar y junto a una ballena herida…
Aun con todo, desde la perspectiva de la técnica cinematográfica, se nota, ¡y cómo!, que es un film del maestro Imamura.
Pedro Antonio Urbina