Morlac es un héroe de guerra que, en 1919, es el único preso de una cárcel casi abandonada de un pequeño pueblo francés. Se le acusa de un supuesto acto de deshonra contra la patria, por el que puede ser condenado a muerte. Lantier es el juez militar encargado de esclarecer el caso, y hay algo que no entiende y tiene que investigar. Estos y otros dos personajes, la mujer de Morlac y el perro que día y noche ladra en la puerta de la cárcel, esperando ver de nuevo a su amo, forman una historia hecha para tocar el corazón del espectador.
Las historias breves suelen tener la grandeza de ir a contar solo aquello que realmente importa, sin andarse por las ramas. El collar rojo hace eso: contar una bonita historia de fidelidad y amor, atravesada por la dureza de la Gran Guerra.
El collar rojo es la adaptación de la novela homónima de Jean-Christophe Rufin ‒que aquí también trabaja como guionista‒. Se trata de una historia muy sencilla, pero llena de contenido: un alegato antibelicista, no irracional, sino pensado y profundo, donde virtudes como la fidelidad, el patriotismo y la amistad están muy presentes. Aquí el perro desempeña el importante papel de hacernos ver que si nos dejamos llevar por la “burocracia establecida” y el egoísmo, nos convertimos en más perrunos que un perro.
El protagonismo de la película recae en un reflexivo François Cluzet, muy conocido por su papel de paralítico en Intocable. Y también, lógicamente, en el perro. Por lo demás, es un protagonismo coral que gira en torno a la pareja Duvauchelle (Morlac)-Verbeeck (su mujer).
Del guion, es interesante cómo va mostrando poco a poco la causa de que Morlac esté en la cárcel, a modo de incógnita que hace mantener al espectador a la espera. Aunque, es verdad, el motivo, cuando se descubre, parece algo exagerado. Pero cuadra, me parece, con ese querer mostrar el peligro de deshumanizar el patriotismo.
El breve metraje y el mensaje muy optimista de reconciliación hacen que sea una película agradable de ver. Jean Becker, a pesar de que se luce mucho más y mejor con La fortuna de vivir, dirige bien este tipo de historias muy humanas.