Director: Carl Franklin. Intérpretes: Denzel Washington, Jennifer Beals, Tom Sizemore, Don Cheade, Maury Chaykin, Terry Kinney.
El director afroamericano Carl Franklin tuvo un debut tras la cámara muy prometedor con el excelente film Un paso en falso. A diferencia de otros cineastas de color, no ha sido catalogado como personaje militante, empeñado en denunciar con amargura las injusticias que sufren sus hermanos de raza. Y sin embargo, Franklin critica el racismo con dureza, eso sí, con la sutileza de los grandes narradores. Esta vez el director tiene junto a sí un buen padrino: Jonathan Demme, que ejerce de productor ejecutivo. Gracias a él ha podido llevar a buen término un íntimo deseo: adaptar una de las novelas detectivescas de Walter Mosley.
Años cuarenta, años de postguerra. Easy Rawlins -un hombre de color muy bien encarnado por un excelente Denzel Washington- tiene una hermosa casa en propiedad, pero difícilmente podrá hacer frente a la hipoteca. Al no encontrar trabajo, acepta uno un tanto especial: localizar a una misteriosa mujer. Lo que parece cosa fácil se va enredando por la intervención de un variopinto grupo de policías, asesinos y chantajistas.
Franklin retrata con acierto al personaje de Easy Rawlins, protagonista de varias novelas de Mosley. La película reúne muchas de las constantes del cine negro: personajes amorales, ironía, soledad, límite borroso entre el bien y el mal… Tampoco falta la tradicional mujer fatal, aunque se echa de menos en ella un poco más de relieve. Los devaneos amorosos del protagonista están presentes de un modo más explícito que en las viejas películas. El humor mordaz tiene una curiosa representación en el personaje de Mouse: leal a Rawlins a costa de lo que sea, aúna la ingenuidad de un niño con la violencia del asesino sanguinario.
Sentido del ritmo, creación de atmósferas, espléndida planificación. Franklin sabe pasar del humor al patetismo, de la violencia a la tierna melancolía. Tiene el pulso de los buenos cineastas. Pero a la historia le falta más enjundia. Además, hay en ella una especie de resignación ante lo que parece un estado de las cosas inamovible, donde los poderosos aplastan a los débiles.
José María Aresté