Poco antes de que acabe la Guerra Civil española, un niño llega a un orfanato republicano, perdido en la estepa castellana, dirigido por una mujer coja y con un maduro librepensador argentino como único profesor. Allí, el chaval sufre las novatadas del líder de los alumnos y la mala sangre del siniestro guardés de la finca. Pero un día entra en contacto con el atormentado fantasma de un niño que murió allí en extrañas circunstancias.
Secundado por un equipo hispano-mexicano de alta calidad, Guillermo del Toro (Cronos, Mimic) logra una sugestiva película de terror, de inquietante atmósfera gótica y bastante bien interpretada, salvo por Eduardo Noriega, que sobreactúa en más de una secuencia. En cualquier caso, el guión no acaba de integrar bien la subtrama esotérica con la melodramática, esta última dibujada además con trazos sórdidos, obscenos, irreverentes y bastante artificiosos. Por lo demás, su visión de la Guerra Civil es enormemente tópica y superficial. Es una pena, porque la estricta intriga infantil contiene momentos magníficos.
Jerónimo José Martín