David es un guardia de seguridad que atraviesa una crisis matrimonial. Un espantoso accidente le hace tomar conciencia de su singularidad, y le pone en contacto con Elijah, un solitario coleccionista de tebeos aquejado de una enfermedad ósea que le hace muy frágil. Estos dos seres van a buscar lo que el destino les ha deparado al hacerlos como son: uno irrompible, el otro vulnerable.
Shyamalan dosifica la información con parsimonia. Descubrimos poco a poco los problemas laborales de David y las razones por las que abandonó su prometedora carrera deportiva. Vemos la adoración que su hijo siente por él y su deseo de verle convertido en un héroe; y cómo David querría complacerle, pero cómo le atenaza el miedo a fracasar. Por su parte, Elijah aporta preguntas desasosegantes y decorados barrocos, salidos del mundo del tebeo en que está inmerso. Él ha reconocido la cualidad extraordinaria de David y le empuja a ejercitarla.
M. Night Shyamalan va camino de convertirse en el nuevo chico de oro de Hollywood. Tras el relativo fracaso de Los primeros amigos, su primera película, escribió y dirigió El sexto sentido, uno de los hitos del año 2000. Ahora repite éxito con El protegido. Shyamalan está desarrollando un estilo propio, hecho de elementos simples: utiliza un lenguaje muy próximo al espectador, recurre a los conflictos familiares, a cuestiones profundas que interesan a todos. En este sentido, a pesar de los problemas de identidad de David, el espectador se interesa sobre todo por sus conflictos familiares. A la vez, la posible vocación de héroe de Willis refleja los problemas que plantea cualquier vocación humana y el lugar que cada uno debe ocupar en el mundo. En cuanto al hijo no es distinto a cualquier niño para quien su padre es siempre un héroe. En este punto resulta antológica la escena en que, sin palabras, David explica a su hijo lo que realmente es.
A Shyamalan le gusta sorprender, y lo hace manteniendo el suspense, revelación tras revelación, hasta llegar a la sorpresa final.