La sexta película del realizador mexicano de 52 años le consagra como un cineasta curtido, inteligente y osado. El año pasado triunfó con Birdman en los Oscar (película, director y guion), y con El renacido acaba de ganar tres Globos de Oro: película en categoría drama, director y actor (DiCaprio); y opta a 12 Oscar.
El renacido es una película de aventura épica, una tragedia que en la historia de un hombre que lucha por sobrevivir siembra otras muchas cuestiones de gran calado y actualidad como el colonialismo y la explotación descontrolada de la naturaleza y las consecuencias para las poblaciones autóctonas.
Iñárritu cuenta la historia real de un trampero en 1823 en la región de las dos Dakotas. Y lo hace sin prisas, para que sintamos la dureza de una vida expuesta a los rigores del invierno en una naturaleza indomable, con el tempo propio de aquella época. Iñárritu ha decidido trabajar con el núcleo duro (Lubezki, Fisk, West) del equipo del último Malick, y se entiende que diga que ha querido que su aventura épica tenga una vertiente espiritual. Con grandes actores y un equipo técnico de primera, logra un fresco de salvaje belleza que añade a la vivacidad del reporterismo literario de Jack London, un toque de lo que podríamos llamar metafísica de la supervivencia.
Hay aspectos del guion y alguna decisión de montaje que funcionan mal (especialmente los insertos oníricos), la música no está a la altura y sobra metraje. Pero la película, arriesgada y exigente con el espectador, se sobrepone por la enorme calidad de los dos protagonistas (DiCaprio y Hardy en un duelo formidable) y por la excelsa fotografía de Lubezki, un verdadero maestro de la luz, que sigue fiel a los códigos visuales que ha establecido con Malick.