Marc Vigil (Águila Roja, El ministerio del tiempo) adapta al cine la obra homónima de Juanjo Braulio publicada en 2015. Un año antes se había estrenado La isla mínima, de Alberto Rodríguez, película con la que comparte las tierras inundables como metáfora de la descomposición social y política. Donde estaban las marismas del Guadalquivir ahora está la Albufera de Valencia.
No es el único parentesco. “Q”, periodista reconvertido en escritor de novela negra, interpretado por Pedro Alonso, podría ser la continuación de aquel personaje de la novela corta El móvil, de Javier Cercas, que adaptó Manuel Martín Cuenca en El autor; aunque más cínico, con más sangre fría. También la confusión entre ficción y realidad, con la que el protagonista narra sangrientos asesinatos utilizando como telón de fondo la corrupción.
El tono de El silencio del pantano es oscuro, dominado por las malas pasiones y la violencia; la narrativa y las relaciones entre los peces gordos y los miserables peones del tablero de la política fraudulenta, difícil de seguir en ocasiones. Pero entendida la metáfora y establecido el pacto con el espectador, resulta amena y atractiva, sobre todo para los amantes del género. La estética está cuidada, el suspense bien dosificado, y Pedro Alonso, Nacho Fresneda, y Carmina Barrios, sensacionales.
