Hace unas semanas se estrenaba Una razón brillante, que es, en el fondo, una sabia reflexión sobre el multiculturalismo, la necesidad de ensanchar nuestros límites mentales y el poder de la palabra y el lenguaje cuando responden al uso de la inteligencia.
Con un argumento similar –un grupo de jóvenes participan en un taller de literatura dirigido por una prestigiosa escritora–, el interesante cineasta Laurent Cantet profundiza también en el poder de las palabras, esta vez para crear mundos ficticios que al mismo tiempo permiten explorar los complejos mundos interiores.
El sólido guion de Cantet y Robin Campillo aprovecha la construcción de un thriller para hablar de algunos de los fantasmas que acechan a la juventud europea, y especialmente a la francesa: el fenómeno de la inmigración, la desconfianza que ha sembrado el terrorismo, los avances de una tecnología que puede dar alas a la cultura o estrangularla, o la delgada línea que separa la realidad de la ficción. Ninguna de esas cuestiones se cierra por completo, pero sí se aportan ideas que pueden alimentar el debate. En ese sentido, estamos ante una de esas películas que se prestan al examen, la revisión y el análisis.
A pesar del sabio uso del propio relato en construcción como elemento de suspense y las notables interpretaciones, hay que reconocer que no es un cine de mayorías y habrá quien acuse el tono excesivamente discursivo del relato. Quien supere el escollo, entenderá que con el cine también se puede hacer filosofía.
Ana Sánchez de la Nieta
@AnaSanchezNieta