Después de su memorable encarnación de Adolf Hitler en El hundimiento, el actor suizo Bruno Ganz cambia radicalmente de bando para dar vida a Wilhelm Powileit, un anciano comunista alemán en la agonizante Alemania soviética de los 80 tardíos. El film transcurre el día de su nonagésimo cumpleaños, cuyo festejo no tarda en tornarse agrio por el descubrimiento de la reciente partida de su nieto Sasha a la Alemania Occidental capitalista. Así, lo que se antojaba como la celebración de una vida plena al servicio de la causa proletaria, se convierte en el incómodo velatorio de unos ideales moribundos.
A pesar del fascinante contexto histórico que rodea la historia de los Powileit, En tiempos de luz menguante no logra suscitar en la audiencia el interés por una de las épocas más trascendentes del siglo XX. El drama familiar opta por un ritmo flemático que pronto se convierte en tedio soporífero. A dos tercios del metraje, sentimos que seguimos asistiendo a exposición propia del primer acto. Momentos de comedia costumbrista logran lubricar la cadenciosa cinta, pero siempre lejos de poder redimirla del todo.
Bruno Ganz es de lejos lo mejor esta película, dando vida a un nonagenario cascarrabias, paranoico y testarudo. Con su mirada lánguida logra transmitir el dolor de ver fenecer los ideales por los que se desvivió, al tiempo que su salud también se deteriora. El camarada Powileit es en sí una metáfora de los ideales comunistas, edificados sobre una narrativa romántica y una lucha noble, pero cuya ejecución hace aguas por todos lados.
El guion hace referencia al exilio en el pasado de Wilhelm y su esposa en México, estableciendo cierto paralelismo con disidentes edl estalinismo como Trotski, pero sin ahondar en ninguna crítica concreta al modelo soviético. Tampoco se aprecia con claridad el contraste entre las dos Alemanias, contraste que es en definitiva el corazón del –desdibujado– conflicto de la trama.