Basado en el musical de Broadway, En un barrio de Nueva York cuenta la vida de varios vecinos del barrio de Washington Heights, situado en el extremo norte del distrito metropolitano de Manhattan. Los personajes principales son jóvenes y tienen sueños idealistas sobre su futuro profesional y afectivo.
El neoyorquino de origen puertorriqueño Lin-Manuel Miranda tocó el cielo en 2015 con Hamilton. La obra fue uno de los grandes éxitos recientes del musical de Broadway, cuya grabación terminó siendo uno de los contenidos más visitados en la plataforma Disney+, además de gozar del entusiasmo de la crítica.
Hasta ese momento había sido un artista muy considerado en Estados Unidos y Latinoamérica, pero en Europa era prácticamente desconocido. Con Hamilton, un musical del que escribió texto, música y canciones, además de interpretarlo y dirigirlo, le llegó la oportunidad de participar en una gran superproducción: El regreso de Mary Poppins (2018), donde tomaba el relevo del mítico Dick Van Dyke como el famoso deshollinador.
Miranda retoma ahora una obra anterior (e inferior) a Hamilton, sobre el cruce de culturas que conoció desde niño en Nueva York. Su conocimiento de esa cultura es evidente, con su jerga propia y su modo de ser tan extrovertido y pasional. La historia que se cuenta es muy reconocible: dos parejas marcadas por su raza y las dificultades para hacerse un hueco en la sociedad. La espontaneidad de los actores (muchos de ellos primerizos o heredados de los musicales de Miranda), y las coreografías corales y luminosas, hacen que la película sea un entretenimiento estival muy adecuado para un público amplio.
El director es John M. Chu, responsable de musicales sensuales y prescindibles (Street Dance, Step Up), y títulos de secuelas de acción tan fallidas como las de G.I. Joe o Ahora me ves. En esta ocasión ha asumido el espíritu del musical original, elegante y tierno, además de mostrar su habilidad en el diseño y rodaje de coreografías (algunas sensacionales, como las que cierran y abren la película).
La peculiaridad de este musical es la mezcla de hip hop y rap utilizada para contar una historia prácticamente cantada. El desarrollo de personajes es muy limitado, pero el retrato, aunque simplista, funciona como un engranaje perfectamente diseñado para alegrar la vista. Como buen musical, la selección de localizaciones y el diseño de interiores son espléndidos. Con todo, hay que tener en cuenta que la película tiene un metraje excesivo y que, por el tipo de música elegida, puede ser menos accesible que El gran showman o La La Land.