El biopic sobre Neil Armstrong y su viaje a la Luna no ha convencido a la crítica. Sin que sirva de excusa, hay que reconocer que First Man es una película con hándicap: llega después de Gravity, y la comparación entre la odisea espacial de Cuarón y la de Chazelle no resiste ni el primer asalto.
Es francamente difícil que el espectador entre en la épica del primer viaje a la Luna con una realización tan vintage. Chazelle pretende que nos situemos en los medios rupestres con que se llegó a la Luna, pero no consigue recrear ese espíritu heroico. Si a esa falta de emoción se le añade que ya sabemos cómo acaba la aventura, el hándicap aumenta considerablemente.
En defensa de Chazelle puede alegarse que está contando la historia desde el personaje, y que el viaje, más que al espacio exterior es al espacio interior de Armstrong, un tipo hermético que ha mirado de frente al miedo y ya no teme a nada. Sin embargo, también aquí juega First Man con la desventaja de llegar después de La La Land, donde Chazelle nos cuenta otro viaje interior rebosante de emociones, con un esplendoroso envoltorio exterior.
A pesar de todo ese lastre, hay muchas cosas en la película que ponen de manifiesto que Chazelle sabe hacer buen cine. La banda sonora denota, una vez más, el excelente sentido musical del director, y la fotografía, de grano grueso, nos remite directamente a los años 60 norteamericanos en esas escenas que recuerdan inevitablemente El árbol de la vida de Malick. Ryan Gosling y Claire Foy (The Crown) están bien dirigidos como pareja protagonista de este drama familiar.
