Esta película norteamericana cuenta las peripecias de la Escuadrilla Lafayette en la I Guerra Mundial. Bajo mando francés, estaba formada por pilotos voluntarios norteamericanos, y actuó desde abril de 1916, un año antes de que Estados Unidos entrase en la guerra, tras el hundimiento del “Lusitania” por submarinos alemanes. De los 260 miembros de la escuadrilla, 60 murieron.
La cinta está dirigida por un veterano productor californiano de 67 años, célebre por su trabajo en El golpe, la amenísima película de George Roy Hill, ganadora de 7 merecidos Oscar en 1973. Tiene un buen diseño de producción (60 millones de dólares de presupuesto), aunque en el reparto no hay muchas caras conocidas, salvo James Franco (Spider-Man), un actor que tendría que poner remedio a su tendencia a fruncir el ceño. En el tratamiento de la historia hay algo muy llamativo, que probablemente incomodará a muchos espectadores.
Me refiero a un intenso aire de “chavalotes en campamento veraniego”. En honor a la verdad, hay que señalar que parece que algo -mucho- de eso hubo: los pilotos norteamericanos se ganaron fama de vividores, excéntricos, indisciplinados y poco marciales. Lo que no termina de cuadrar en la película es que todo el mundo vaya tan peinadito, incluso cuando salen de un avión que se acaba de estrellar…
En fin, entretenida batallita aérea, con algunas secuencias espectaculares y emotivas, su pequeña love story… Los tremendos 140 minutos de metraje se podrían haber aprovechado para que los personajes tuvieran más entidad y la película más desarrollo dramático. Ha funcionado mal en la taquilla norteamericana, con solo 13 millones de dólares recaudados. Lógico.