Clint Eastwood, 78 años, dirige y protagoniza esta notable película, a ratos magistral, sobre un anciano que ha perdido a su esposa y ve cómo su barrio se llena de inmigrantes asiáticos. Eastwood interpreta con una sobrada solvencia a Walt Kowalski, de origen polaco, veterano de la guerra de Corea y durante muchos años obrero en una fábrica de la Ford. Kowalski cuida como oro en paño de un Ford Gran Torino, modelo al que colocaba el árbol de dirección en la cadena de montaje.
Eastwood no actuaba desde 2004 y, a película vista, es fácil comprender por qué ha decidido asumir este papel. El primer guión de Nick Schenk puede tener aspectos débiles en cuanto a la trama, pero tiene unos personajes y unos conflictos magníficos, que evolucionan de una manera muy inteligente.
Hay una fluidez muy lograda y secuencias en las que se lucen un manojo de personajes excelentemente dibujados, entre los que brillan una chica adolescente, vecina de Kowalski, y un joven párroco, pieza clave en una cinta con una mirada afectuosa sobre la Iglesia católica. A diferencia de otras películas del director de Sin perdón, hay humor y una ternura nada forzada, que resulta muy natural en el contexto de una película dura como todas las de Eastwood.
La verdad es que me aburrí mucho en El intercambio, la película anterior de Eastwood, que me parece casi desganada. Quizás por eso -y porque me habían prevenido contra Gran Torino diciéndome que era una película alimenticia- me he llevado una sorpresa muy agradable. Se palpa (esas maravillosas secuencias protagonizadas por la arrolladora y sin embargo debutante Ahney Her) el asombroso sentido del ritmo que tiene el director y actor californiano en sus respectivos mejores momentos.
No me parece, en absoluto, una película poco comprometida o, como se suele decir en plan despectivo, una cinta comercial. Al contrario, suenan en ella las notas del mejor cine de Eastwood. Baste señalar la habilísima manera de hacer presente en la trama a la fallecida mujer de Kowalski, la vivacidad de unos diálogos llenos de sugerencias o la manera impactante de rodar en una iglesia.
Con 139 millones de recaudación y líder de taquilla en Estados Unidos, Gran Torino es, con gran diferencia, la película más popular de Eastwood en su país. Rodada con destreza y una llamativa humanidad no exenta de humor, tiene un plano final bellísimo, hipnotizante para la vista y el oído, casi un legado, que te deja cosido a la butaca.