(Actualizado el 5-03-2014)
Una sociedad tecnológica, donde las relaciones personales son cada vez más difíciles. Theodore no logra superar su ruptura matrimonial y, aunque especialista en escribir conmovedoras cartas a los que requieren sus servicios profesionales, tiene serios problemas afectivos. Hasta el punto de sucumbir a los encantos de Samantha, el sofisticado sistema operativo con personalidad femenina que maneja su agenda, teléfono y ordenador. En un mundo en que la inteligencia artificial no deja de sorprender, “ella” parece entenderle mejor que nadie.
Original parábola fílmica de Spike Jonze, que habla con excelente pulso de un mundo deshumanizado, con la realidad virtual y las máquinas como sucedáneos del amor. Recuerda a otra película arriesgada, Lars y una chica de verdad, aunque Samantha permite una interactividad imposible con una muñeca hinchable.
Jonze logra mantener durante dos horas el artificio de un sistema operativo con emociones que cautiva a una persona, sin caer en el ridículo. Aunque su propuesta es limitada –la visión del amor con el acento en lo sexual y en las relaciones de pareja, obviando la idea de descendencia y familia–, resulta muy sugerente, en un momento en que el mundo se encuentra en los umbrales de una revolución tecnológica de alcance impredecible.
La puesta en escena es inteligente, con cierto aire de atmósfera de ensueño y elegante paleta de colores pastel. Joaquin Phoenix compone bien al protagonista deprimido, mientras que Scarlett Johannson tiene el mérito en la versión original de poner voz al difícil e invisible “personaje” de Samantha. Los secundarios están bien, con mención especial para Amy Adams, que da vida a la única amiga de Theodore.
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