Poco después de que todos los perros de la ciudad de Megasaki sean trasladados a una isla que es un vertedero, un niño de 12 años decide ir hasta allí para buscar a su perro desaparecido.
Lo último de Wes Anderson es una historia sencilla que funciona perfectamente. La combinación de la técnica stop-motion con la cultura japonesa hace que la película sea mágica en sí misma. Se trata de una estética asiática que da pie a jugar con distintos detalles: los colores oscuros en el vestuario, los rasgos faciales… Es astuto cómo el director decide incluir referencias pictóricas de la cultura japonesa, como el cuadro La gran ola de Kanagawa, de Katsushika Hokusai, permitiendo una segunda lectura muy placentera para el espectador.
La historia avanza con ritmo lento, amenizado por el montaje característico de Anderson. Habíamos apreciado anteriormente esos cortes rápidos y rítmicos en Fantástico Sr. Fox y El Gran Hotel Budapest; y la división de la pantalla con varias escenas proyectadas a la vez, como hizo ya en Viaje a Darjeeling.
Aunque sea una película de animación, su público objetivo no son los niños. Contiene una crítica social dirigida a una audiencia joven-adulta capaz de interpretar los diálogos. Isla de perros quizás se podría considerar una versión más “oscura” de lo que estamos acostumbrados a ver de Wes Anderson, especialmente por el sarcasmo y las tonalidades grises y negras.
El director no tiene ningún problema en dejar claro que en Occidente –generalmente– no entendemos el japonés, y no pierde el tiempo subtitulando cuando hay diálogos en ese idioma. De esta manera deja al espectador libertad para interpretarlos, a partir de la gesticulación de los personajes y la ambientación.
No podría acabar esta crítica sin aludir a la considerable mejora de la técnica de animación. En esta película se percibe un minucioso trabajo: hay escenas en las que apenas se nota que se está usando stop-motion. Por último, la música que acompaña y complementa la narración visual viene de la mano del parisino Alexandre Desplat, uno de los compositores preferidos del director.