En el último par de años parece ser que, para ver historias frescas y originales en el cine comercial, hay que apostar por el género de suspense, que atraviesa uno de sus mejores momentos. A la lista de títulos memorables recientes como Fragmented, No respires y Déjame salir, se suma Un lugar tranquilo.
En un futuro cercano, en una granja de maíz en medio del bosque, la familia protagonista lidia con la nueva realidad que la rodea: la Tierra ha sido invadida por monstruos depredadores, ciegos, pero con un oído superdesarrollado, lo cual supone la cacería segura de cualquier humano torpe que delate su posición con un leve ruido. La premisa puede sonar absurda, como un juego de tinieblas llevado al extremo más sanguinario. Pero la magistral ejecución de una idea tan sencilla es la que hace de Un lugar tranquilo un título especial. Al prescindir casi por completo de diálogos verbales, la cinta es esencialmente cine mudo, con un encomiable diseño de sonido que ensalza el valor del silencio como condición esencial para la supervivencia de los personajes.
Las interpretaciones del reducido elenco son todas sólidas y cobran especial mérito al tener que transmitir toda la carga emocional de la cinta sin poder articular palabra. La británica Emily Blunt protagoniza pasajes de angustia extrema, interpretando a una madre embarazada ya salida de cuentas. Su situación precaria multiplica exponencialmente la tensión de un mundo de por sí hostil. Preparando la llegada del bebé está John Krasinski, un paterfamilias fuerte pero taciturno; un incidente del pasado detona la emotiva subtrama que le da corazón a la historia. Krasinski, asimismo director de la película, muestra un dominio absoluto del lenguaje cinematográfico y da una clase magistral sobre cómo dosificar información entre los personajes y la audiencia para acrecentar la tensión.
En definitiva, Un lugar tranquilo es una película original e intrigante de principio a fin, y un título que vigoriza el momento dulce por el que pasa el género de suspense.
