Zack tiene síndrome de Down y el sueño de dedicarse a la lucha libre. Una noche escapa de la residencia en la que vive para emprender un viaje en el que encontrará un joven delincuente como compañero.
Que en la película se cite expresamente a Mark Twain no es casualidad. Esta aventura de personajes apartados por la sociedad tiene el optimismo, la ternura y el ritmo que desprendían las vidas rebeldes de Tom Sawyer o Huckleberry Finn. Al igual que la maravillosa Mud (Jeff Nichols, 2012), esta producción independiente norteamericana logra actualizar la delicada sensibilidad del escritor de Príncipe y mendigo.
The Peanut Butter Falcon –ese es el título original, más acorde con la sutileza de la película– es una historia de personajes que conectan en su idealismo siendo muy diferentes. La química entre los actores logra transmitir esa empatía inesperada entre individuos con personalidad y heridas que curar.
Campeones, Especiales, La familia que tú eliges… Son películas que coinciden en esa mirada humanista y entrañable que no esconde las carencias de una sociedad individualista y cruel. Celebro ver a Dakota Johnson en un personaje tan delicado y lejano de los sombríos personajes que le han hecho famosa.
El ambiente tan logrado de la película se construye desde el guion, los actores, las localizaciones y, especialmente, la música. La banda sonora de la película incluye una variedad muy completa de canciones indie de autores tan prestigiosos como el tejano T-Bone Walker, o el ganador de un Grammy, Gabe Witcher, uno de los multiinstrumentalistas de más prestigio del folk norteamericano actual.
FIRMANTE: Claudio Sánchez