La vida de la mítica reina de Inglaterra, que dio nombre a toda una época, y que ocupó el trono más años que cualquier otro monarca británico, ya ha sido llevada al cine en otras ocasiones. Baste recordar la deliciosa Su Majestad Mrs. Brown, que recorría los años de viudedad de Victoria. Esta cinta producida por Martin Scorsese y Sarah Ferguson retrata la época que va desde la muerte en 1837 de su tío, el rey, hasta el nacimiento de su primer hijo en 1840. Sin llegar al preciosismo de La Duquesa, este film es una digna producción en la que, como en aquella, política y sentimientos se armonizan para ofrecernos un mosaico del aquel imperio emergente.
Aunque la película tiene un innegable tono hagiográfico -que la torna algo esquemática o más bien plana- y nos pinta un retrato indudablemente elogioso de la reina Victoria, también deja entrever las sombras de una institución que actualmente no pasa por sus mejores momentos. No obstante, el film quiere centrarse en el aspecto personal de una mujer que trata de serlo en medio de unos condicionantes férreos y a veces incluso violentamente asfixiantes.
La película está dirigida por el canadiense Jean-Marc Vallée y su guión es obra de Julian Followes -que ganó un Oscar por su libreto de Gosford Park-. Resalta los aspectos más humanos y huye de subrayados hipercríticos. Aunque algunos personajes son muy maltratados, como la madre de la soberana y su asistente, hay un aire redentor que hace gratificante el resultado final. La actriz Emily Blunt, que conocimos en El diablo viste de Prada, sin llegar a la expresividad de otras reinas del celuloide, está muy correcta. Destaca la presencia arrolladora de Paul Bettany, en el incómodo papel del político Melbourne.