Es corriente en Hollywood que algunas estrellas venidas a menos intenten relanzar sus carreras produciendo sus propias películas, a menudo cambiando, de paso, su registro habitual, en el que seguramente se sienten encasilladas. Tal parece el caso de la actriz Natalie Portman, que produce y protagoniza La venganza de Jane, un violento western intimista, en la línea de Valor de ley, de Joel y Ethan Coen, o de Deuda de honor, de Tommy Lee Jones.
La acción transcurre en el Nuevo México de 1871. Allí, en un amplio valle alejado del pueblo de Lullaby, viven Jane Ballard (Natalie Portman), su marido Bill Hammond (Noah Emmerich) y la hija pequeña de ambos. Un día, Bill regresa gravemente herido, pues ha sido atacado por la banda de Bishop (Ewan McGregor), un sanguinario forajido con quien el matrimonio tiene cuentas pendientes. Entonces, Jane deja a la niña con una amiga y pide ayuda a su anterior novio, Dan Frost (Joel Edgerton), para afrontar juntos la inminente llegada de Bishop y sus sicarios.
Como en sus anteriores películas, Gavin O’Connor (El milagro, Cuestión de honor) extrae unas buenas interpretaciones de todos los actores, especialmente de Natalie Portman –más contenida que nunca– y de un irreconocible Ewan McGregor, que parece en todo momento Billy Bob Thornton de joven. Además, el cineasta neoyorquino aprovecha con habilidad los duros parajes de Nuevo México donde ha rodado y logra desplegar la espesa atmósfera de tensión creciente que exigía esta historia de venganzas, con ecos de los westerns de Sam Peckinpah, Don Siegel o Clint Eastwood. Sin embargo, el filme no acaba de implicar emocionalmente al espectador, tal vez porque al guion le faltan contrapuntos optimistas –a veces, su sordidez resulta forzada– y le sobran estereotipos ya muy gastados. Así que no renovará ni dará continuidad al género, como seguramente pretendía.