Versión cinematográfica de la primera de las siete «Crónicas de Narnia», saga de fantasía heroica escrita entre 1950 y 1956 por el filólogo y apologista anglicano C.S. Lewis (ver Aceprensa 62/05). En ella, cuatro hermanos ingleses son trasladados a una casa campestre durante los bombardeos alemanes sobre Londres de 1940. Pronto los chavales descubren un armario mágico a través del que acceden a Narnia, un mundo de fantasía habitado por todo tipo de animales que hablan. Allí lucharán contra la malvada Bruja Blanca, que tiraniza Narnia contra la voluntad de Aslan, un impresionante león, terrible y hermoso a la vez, compasivo pero también justo, que es Hijo del Emperador de Allende los Mares.
Lo mejor de esta poderosa película es su fidelidad a la novela original y a la rica tradición de costumbrismo fantástico en que se basa. Así, un jugoso retrato del modo de ser británico oxigena la épica fantástica con constantes golpes de humor, y sobre todo llena de humanidad a todos los personajes, tanto realistas como fantásticos, dando así a los actores todas las facilidades para ganarse al espectador. Por su parte, el neozelandés Andrew Adamson -codirector de las dos partes de «Shrek»– exprime las posibilidades actuales de la animación digital y ofrece un arranque antológico, un desarrollo algo irregular pero con muchos momentos espléndidos -como el sacrificio de Aslan- y una brillante batalla final, con una mezcla sugerente de mitología clásica y nórdica.
Por lo demás, la película dibuja con nitidez la inocencia, valentía y capacidad de sacrificio de los niños, pero también sus defectos, a veces graves. Y en el duelo entre Aslan y Jadis se aprecia claramente su paralelismo alegórico con Jesucristo y Satanás. Con todo esto queda una excelente película familiar, cuya violencia está sabiamente atemperada y que despliega con rigor y buen humor una antropología cristiana tan atractiva como la de «El Señor de los Anillos».