Bill Murray y Adam Driver interpretan en este film paródico de zombis a dos policías de una población de la América profunda, Centerville, enfrentados a una plaga de no-muertos. Despertados al tiempo que el cambio climático sacude al planeta, estrambóticos personajes como la jefa de una funeraria, un sin-techo, un blanco racista, un calmoso afroamericano, un fan de las películas de muertos vivientes o tres jovenzuelos de ciudad, afrontan el desafío a su particular manera.
Estamos ante un divertimento, definitivamente menor, pero que se ve con simpatía. Los seguidores de Jarmusch reconocerán su lacónico y personal sentido del humor, y a muchos actores con los que ha trabajado en otras ocasiones. Y es un ejemplo más, por parte de Jarmusch, de que las películas de género pueden abordarse de un modo “diferente”, ya sea el western (Dead Man), las cintas de sumuráis (Ghost Dog) o las de vampiros (Solo los amantes sobreviven). Aunque hay vísceras, decapitamientos y guiños a clásicos como La noche de los muertos vivientes, la violencia es paródica, busca no ser desagradable y tomarse a cuchufleta el simbolismo del subgénero, como reflejo de una sociedad que no puede morir porque ya está muerta.