Julia es una atractiva mujer casada y sin hijos que sufre una enfermedad degenerativa que la está dejando ciega. Un día su hermana, que padece la misma enfermedad, aparece muerta. Todo parece indicar que se trata de un suicidio, pero Julia se niega a aceptarlo y empieza a investigar el posible asesinato.
El realizador catalán Guillem Morales apuntó maneras en El habitante incierto, una película de terror, irregular y con fallos importantes en el guión, pero que dosificaba de forma inteligente la intriga. En su segunda película, que ha producido Guillermo del Toro, Morales ha conseguido armar un thriller que podría codearse con cualquier película americana de este género.
El joven director catalán ha echado el resto en un complejo guión y una realización cuidadísima. Utilizar la ceguera en una película de terror no es lo más original (hay casi un subgénero de cintas de miedo protagonizadas por ciegos), pero precisamente el guión está bien desarrollado, con muchos puntos de giro y un buen manejo del ritmo (pero la película sería mejor si acabara 20 minutos). El montaje de la cinta es endiablado y, sin duda, el más eficaz aliado del director -junto a la escalofriante banda sonora de Fernando Velásquez- para producir miedo y suspense en el espectador. Todo funciona como un reloj suizo porque detrás de cada plano se percibe la intención de un realizador que lo único que quiere es que el público se aterrorice.
El reparto, de lujo, capitaneado por una Belén Rueda que empieza a hacerse experta en el suspense, termina de rematar la faena. La película muestra que hay una hornada de directores españoles capaces de hacer cine de género del más alto nivel y de ganar dinero con él.