El productor, guionista, músico y director de televisión Paco Arango se estrena en el largometraje con una propuesta bastante arriesgada: contar la historia de un hombre en plena crisis vital que tropieza con un chaval enfermo de cáncer que removerá los cimientos de su malherida existencia. Es arriesgada porque –sobre el papel– la historia parecía abocada al melodrama navideño.
La sorpresa es que Maktub, además de ser un cuento de Navidad, una historia de buenos sentimientos y un interesante proyecto social (Arango preside la fundación Aladina para niños con cáncer, y parte de la recaudación irá para ellos) es una buena película.
Y lo es con una receta clásica: un guión muy bien escrito, un cuidadoso diseño de personajes y unas buenas interpretaciones. Los actores adultos, secundarios incluidos, demuestran su oficio y el chaval protagonista borda su papel.
Arango construye una sólida historia en la que el conflicto central no es el cáncer, sino la necesidad de cariño que tenemos todos los seres humanos. De paso, con mucha gracia, defiende cuestiones como la importancia de la unidad en la familia, el valor del sacrificio o la fuerza de la oración cristiana. Todo, sin tono moralizante, al contrario: con una frescura que sale de la propia vida real (la historia del protagonista es la de un chico que conoció el propio Arango).
Maktub es de esas películas en las que uno, ríe, llora, se emociona y sale del cine decidido a ser mejor persona. No es poca cosa.