Con su cóctel de cinefilia, diálogos chispeantes, violencia brutal y humor macabro, Quentin Tarantino ha logrado hasta ahora una grandísima película –Pulp Fiction– y unas cuantas secuencias memorables en Reservoir Dogs, Jackie Brown, la saga Kill Bill… El cineasta de Tennessee sólo ha pinchado totalmente en hueso en Death Proof, un sanguinolento festival de vísceras y bobadas. Ahora, recupera bastante el tono en Malditos bastardos, desequilibrada pero divertida comedia bélica con ecos clásicos de películas como Doce del patíbulo (Robert Aldrich, 1967) o Los violentos de Kelly (Brian G. Hutton, 1970).
Desde la espléndida secuencia inicial -homenaje a los spaghetti western de Leone y Castellari-, el guión y la cámara se quedan prendados del malvado de la función: el coronel Hans Landa, un nazi inteligente y maquiavélico, apodado El Matajudíos en la ocupada Francia de 1940. Mientras Landa masacra a su familia, la joven Shosanna Dreyfus escapa por los pelos de sus garras, y se instala en París como regidora de un viejo cine. La venganza unirá los destinos de la joven y de un comando de judíos estadounidenses que se dedica a matar nazis sin piedad.
De nuevo, Tarantino carga la mano en un fugaz escarceo sexual y en unas cuantas brutalidades, que obligan a apartar la vista de la pantalla. Pero son insertos muy breves y aparecen suavizados por su grotesco sentido del humor. Por otra parte, la película es más bien ligera y superficial, y pierde continuidad por el propio carácter episódico del guión y por el alargamiento de algunas situaciones poco sugerentes, que Tarantino debería haber podado en el montaje.
Por encima de los defectos se impone el sensacional trabajo de todos los actores, especialmente de un divertido Brad Pitt y del austriaco Christoph Waltz, justamente galardonado en el Festival de Cannes 2009. Este poderío actoral se aprecia especialmente en unas cuantas secuencias memorables, en las que Tarantino confirma su sentido del suspense, la comedia y el espectáculo fílmico. En ellas desarrolla una poderosa factura -medida combinación de planificación y montaje-, muy difícil de encontrar en los demás directores de su generación.