Aunque cabe encontrar antecedentes literarios desde la Edad Media, el relato de la Bella Durmiente se esboza en la novela anónima francesa Perceforest (1527), se perfila en el cuento Sol, Luna y Talía (1636), del italiano Giambattista Basile, y se consolida con las versiones del francés Charles Perrault –La Bella Durmiente del Bosque (1697)– y de los hermanos Grimm: –Rosita de Espino (1812)–. Finalmente, la reina o hada malvada del cuento se convirtió en Maléfica en el clásico de animación La Bella Durmiente, producido en 1959 por Walt Disney. Se estrena ahora la recreación de la propia historia de Maléfica en imagen real y 3D estereoscópico, aunque con abundantes animaciones digitales.
Maléfica es una bellísima niña con un corazón puro y unas asombrosas alas negras. Vive en un idílico y mágico reino en el bosque, al que nunca entran los humanos. Al pasar los años, una cruel traición endurece su corazón hasta convertirlo en piedra.
Lo que más impresiona de Maléfica es su imaginativa resolución visual, similar a la de Alicia en el País de las Maravillas, de Tim Burton, o a la de Oz, un mundo de fantasía, de Sam Raimi. De hecho, en ella debuta tras la cámara el estadounidense Robert Stromberg, director artístico de esas dos películas, por la primera de las cuales ganó el Oscar 2011, revalidando el que había obtenido un año antes por Avatar. No están al mismo nivel de este impresionante diseño de producción otros apartados del filme, como el guion de Linda Woolverton (La bella y la bestia, El rey león, Alicia en el País de las Maravillas), a veces arrítmico e insustancial, o la planificación del propio Stromberg, confusa en varias secuencias.
De todas formas, Angelina Jolie se luce en todo momento, Elle Fanning le da la réplica muy bien y el resto del reparto cumple con creces. El filme resulta quizás algo tétrico y violento para los más pequeños, pero es impresionante en sus paisajes imaginarios, vibrante en sus batallas y fascinante en los vuelos de Maléfica. En cuanto al fondo, aporta una certera crítica a la codicia y la deslealtad, y elogios sentidos a la maternidad, el perdón y el poder redentor del amor.
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