Ann, 23 años, casada y residente en Vancouver, tiene dos hijas y un marido en stand by laboral y vital. Un padre encarcelado desde hace 10 años. Y una madre confitera y amargada que les presta un trozo de jardín para vivir en una caravana. Ann trabaja en la universidad, como limpiadora, mientras su marido transita entre el paro y trabajos ocasionales. Una consulta médica enciende, a toda potencia, la batidora emocional.
Isabel Coixet provocó un saludable terremoto en el estancado panorama cinematográfico español de mediados de los 90 con Cosas que nunca te dije, una inteligente e intimista historia sobre náufragos y soledades urbanas, también rodada en inglés y fuera de España. Luego vino un bello y decadente drama rural titulado A los que aman.
Mi vida sin mí, que produce Pedro Almodóvar para El Deseo, insiste en el melodrama intimista, de pocos personajes bastante golpeados por una vida que hace difícil el romanticismo. Aunque Coixet cargue las tintas y lleve las cosas hasta las puertas del exceso victoriano, es una magnífica narradora, capaz de conferir dignidad a las relaciones humanas que aborda, aplastadas por un existencialismo muy bonito de ver, pero que debe ser terrible para ponérselo a diario. Sarah Polley está soberbia, y Leonor Watling compone en pocos trazos un sólido personaje. Hay mucho talento en las secuencias de la lavandería y la cafetería, que engrandecen una película distinta, bella y deprimente, que se atreve a hablar de la muerte, de la maternidad, de la fidelidad conyugal, de la soledad, de la caridad, de Dios, de las cosas que importan. Dos pistas muy útiles, antes de terminar: la Coixet es fan declarada de Wong Kar-Wai (In the Mood for Love) y ejerce como directora de publicidad de altos vuelos.
Alberto Fijo