Esta gran película tuvo una gestación azarosa. El guion del oscarizado Steven Zaillian (La lista de Schindler, En busca de Bobby Fischer, Despertares) se basa en una novela sobre un personaje real, Billy Beane (Orlando [Florida], 1962), manager del equipo de béisbol de Oakland. Beane puso en práctica una atrevida estrategia deportiva basada en un complejo cálculo estadístico aplicado a los conocimientos sobre los jugadores de béisbol de la American League. La cinta la iba a dirigir Steven Soderbergh, con Pitt como protagonista. Soderbergh abandonó el proyecto pero el estudio retuvo a Pitt y contrató a Aaron Sorkin (creador de El ala oeste de la Casa Blanca, ganador del Oscar al guión adaptado por La red social) para que retocase el guión de Zaillian. Y el resultado es asombroso.
Porque una película deportiva suele ser aburrida y previsible. Más, si el deporte es poco conocido, como el béisbol en bastantes países, incluido España. La sabia dirección de Miller (no olvidemos su estupenda Truman Capote por la que Philip Seymour Hoffman ganó el Oscar) y un reparto maravilloso toman el guión (los cincelados diálogos de Sorkin) y dan a la bola hasta sacarla del estadio; la historia tiene mucha fuerza y es muy hermosa. Tiene un alto grado de abstracción, es decir, más que de béisbol, habla de trabajo, de confianza, de familia, de tesón, de éxito, de fracaso. Pocas veces se ha retratado con tanto talento la épica del perdedor (en ese sentido, la canción de la hija de Beane, en su doble versión, es un diamante). El trabajo de Pitt vuelve a ser magnífico. Ya hace años merece el Oscar.