Ganadora de 1 Oscar:
Diseño de vestuario
¿Cómo es posible que una película que lleva por título Mujercitas y que queda lejísimos de los cánones del neofeminismo se mantenga en pie? ¿Cómo es posible que la enésima versión de una historia doméstica del XIX tenga interés? Pues ahí la tienen: la adaptación de Greta Gerwig es tan fiel al texto como novedosa y brillante.
La versión de Gerwig tiene mucho, muchísimo, de carga personal. Greta es Jo y, probablemente por eso, Jo y las demás mujercitas de Greta son magníficas e inspiradoras para las Jo del planeta y para las Amy, las Beth y las Meg.
La Greta-Jo, la escritora, nos habla en cada renglón del texto con diálogos memorables, llenos de matices, que apelan a la sensibilidad femenina, puramente, en su esencia. Nos habla de ambiciones profesionales, de deseos, de peleas y de generosidad entre hermanas, de frustración, de amor familiar, de amor romántico, de amor a la belleza, de amor al bien, de amor a las bellas artes.
La Greta-Amy, la cineasta, pintora o directora de fotografía, deleita con unos planos que son cuadros, perfectas composiciones inspiradas en la pintura victoriana o en Sorolla.
El vestuario es otra maravilla: la Greta-Meg y Jacqueline Durran, ganadora de un Oscar por Anna Karenina, nos hacen disfrutar de vestidos, sombreros, levitas y botines.
Y en este personal itinerario que la directora ha hecho a la par que sus protagonistas, la Greta-Beth ha encargado la banda sonora a Alexandre Desplat, el mejor compositor actual de música para cine.
Para interpretar a sus mujercitas, incluyendo a la vieja tía y a Mrs March, Greta ha escogido a actrices que destacan por su personalidad, mujeres en las que la belleza es destello de inteligencia. Prototipo de esa clase de actriz es la siempre fulgurante Meryl Streep, pero aquí están también Emma Watson y, sobre todo Saoirse Ronan, que merecería el Oscar, aunque también podemos decir que los hombres -encantador Laurie de Timothée Chalamet- han puesto en Mujercitas su granito de arena.