Earl Stone es un octogenario encantador, dedicado en cuerpo y alma a su pequeño negocio de flores, cortejando a sus clientes y descuidando a su familia. Pero su negocio no puede sobrevivir a la competencia por Internet, y los últimos años han sido una ruina; un banco va a ejecutar la hipoteca. Solo le queda su camioneta y alguien le sugiere ganarse la vida conduciendo. Sin saberlo, se convertirá en un transportista de drogas para un cartel mexicano.
Eastwood se retiró oficialmente como actor en 2008, aunque luego rodó Golpe de efecto para su amigo Robert Lorenz. En esta película demuestra, una vez más, que sigue siendo un grande, y que él es el mejor director de Clint Eastwood que existe. Mula se basa en un artículo que apareció en el New York Times sobre un anciano que transportaba grandes cantidades de droga. La historia resultaba perfecta para Eastwood: un pseudo-western crepuscular donde el cowboy cabalga una vieja camioneta a través del desierto, burlando la ley para mantener su ansiada independencia.
El guion de Nick Schenk –Gran Torino– está lleno de agujeros, demasiadas cosas sin explicar, pero a Eastwood no le molesta demasiado porque se centra en las relaciones personales y la trama criminal es un simple pretexto para hacer un examen de conciencia. El reparto que le acompaña impresiona; su propia hija Alison –y justamente en el papel de la hija del protagonista–, Andy García, Bradley Cooper, Laurence Fishburne y algunos más. Cada encuentro, cada conversación tiene su peso y sirve para hacer balance de una vida y de las cosas que importan.
Eastwood está haciendo testamento de su carrera y de su vida. Resulta interesante que esta película salga poco después de la de Robert Redford The Old Man & The Gun, aunque Mula tiene mucha más enjundia, ya que aborda los grandes temas de Eastwood: la familia, el trabajo, el paso del tiempo, la esperanza, el temor a la muerte, el perdón.
La puesta en escena es clásica, austera. La acción se condensa en una serie de viajes de ida y vuelta entre El Paso y un motel al que lleva su carga, y esos viajes, monótonos, son bellos y con cada uno la tensión aumenta. La novedad en Eastwood son algunos toques de humor que no suele prodigar.