¿Recuerdan Campeones? Una deliciosa comedia en la que a un entrenador amargado le imponen como sanción entrenar a un equipo de “disminuidos psíquicos”, y aquella ingrata tarea, aceptada únicamente por imperativo legal, se convierte en lo mejor que podía haberle pasado, porque aquellos “deficientes” resultan ser unos seres maravillosos. Lo mejor de todo es que los protagonistas eran así, no actores simulando una discapacidad, sino auténticos discapacitados demostrando que eran muy capaces.
Álvaro Longoria, notable documentalista ( Hijos de las nubes, The Propaganda Game) y productor (Che, el argentino; Che: guerrilla; Campeones ), vio desde el principio que la película de Javier Fesser tenía un enorme potencial que desbordaba el marco de la comedia. Gran parte del éxito y encanto de Campeones se debe a la tremenda simpatía que despiertan sus poco convencionales actores, y la decisión de trabajar con auténticos discapacitados fue un gran acierto.
Longoria aprovecha el éxito de Campeones para introducir al espectador a una realidad que dicha película le ha permitido entrever, un mundo que a menudo solo es conocido por los familiares de los discapacitados y sus cuidadores; un mundo al que se accede con dolor, pero que se vive con gozo; esta es la paradoja que se repite continuamente: la noticia de la condición del bebé cae como un mazazo sobre los padres, pero esas criaturas resultan una bendición que dan y provocan amor a chorros.
De la mano de aquellos campeones, Longoria aborda diversos aspectos sobre la vida de estas personas: sus familias, padres y hermanos; médicos y cuidadores; se pasa revista a sus ilusiones, capacidades, los límites de su autonomía. La realidad que vemos es dura, pero no es un dramón: aunque las lágrimas luchan por saltar en más de una ocasión, el tono general es optimista, alegre.
La preocupación principal de los padres es “qué será de ellos cuando yo falte”. A ese respecto, Longoria se esfuerza por mostrar cómo han evolucionado las cosas en los últimos cincuenta años, desde una marginación absoluta que comenzaba con la palabra “subnormal” a los esfuerzos que se hacen hoy en día, especialmente el de integración en la sociedad, que es el que más preocupa al director.
Una lanza rota a favor de la comprensión y el acercamiento a un mundo que puede aportar mucho a nuestro aséptico y materialista Occidente.