Lopetegui es un profesor de universidad recién separado que quiere sacarse el carnet de conducir. En el proceso de aprendizaje coincidirá con personas que le ayudarán en la carretera y en la vida.
Isabel Coixet ya trató un argumento similar en la amable película Aprendiendo a conducir (2014), pero Borja Cobeaga bucea en sus propias experiencias como cuarentón sin carnet para dar un tono de dramedia muy atractivo a la serie. El director y guionista donostiarra muestra una madurez y un equilibrio narrativo que se echaban en falta en sus divertidas comedias anteriores (Pagafantas, No controles, Fe de etarras).
Juan Diego Botto acierta de pleno al interpretar un personaje serio y amargado que tiene que vivir escenas de autoparodia involuntaria en la autoescuela. En ese proceso de conocimiento hay situaciones muy ingeniosas y variadas en las que brillan la simpatía de una decena ejemplar de personajes. David Lorente (El reino, Antidisturbios), un secundario habitual, logra uno de los mejores registros cómicos de la ficción española del año: un profesor de autoescuela tan agotadoramente dicharachero como entrañable. En la relación antagónica entre los dos surge una amistad desarrollada con mucho talento.
Las apariciones en escena de Carlos Areces, Javier Cámara, Marta Larralde o Leonor Watling, contribuyen a que la historia sorprenda con el paso de los episodios, al sugerir ideas de interés sobre las relaciones afectivas en la madurez, la herencia psicológica de padres a hijos en las inseguridades vitales, la autoestima profesional o la consolidación del carácter. En esa amplitud dramática del guion se nota el trabajo de cineastas de tanta personalidad como Mar Coll (Todos queremos lo mejor para ella, Matar al padre) o Juan Cavestany (Gente en sitios, Vota Juan).
Cobeaga sabe combinar creatividad y elegancia al desarrollar una dramedia que transmite autenticidad y encanto que gustará a un público muy amplio. Por ahora, la serie ya ha logrado 4 nominaciones a los Premios Feroz, entre ellas la de mejor comedia del año.