Los hermanos Joel y Ethan Coen sorprenden con cada nuevo título. Han reinventado géneros –la comedia con Arizona Baby y El gran salto, el cine negro con Sangre fácil o El gran Lebowski, las películas de gángsters con Muerte entre las flores– al conjugar un indudable clasicismo con un estilo personal y moderno. Vuelven a dar en el clavo con O Brother!, adaptación muy libre de la Odisea de Homero y nueva vuelta de tuerca al eterno tema del viaje del héroe que, en sus esfuerzos por alcanzar una meta, logra una enriquecedora transformación.
La película se sitúa en Estados Unidos, en los años de la depresión. Tres presidiarios, delincuentes de medio pelo, escapan del penal donde realizan trabajos forzados. Uno ha convencido a los otros con la supuesta búsqueda de un tesoro oculto. Y ciertamente, como les vaticina un oráculo, habrá tesoro tras superar pruebas y penalidades; pero quizá no como habían imaginado en un principio.
Aventura, crítica social, comedia y hasta musical, pues la banda sonora, salpicada de atractivas canciones, desempeña un papel esencial. Resulta prodigiosa la naturalidad con que estos cineastas armonizan elementos aparentemente dispares para contar una historia perenne. La película tiene la magia del cuento, que hace que el espectador crezca con los personajes. La corrupción política, el racismo o los remordimientos por no haber atendido a la propia familia se abordan sin moralinas empalagosas, pero de frente y sin complejos. Y el humor que las acompaña es sutil, y obtiene como premio la complicidad del espectador. Las referencias a las películas de Preston Sturges y Frank Capra son claras; pero los Coen no copian sin más, sino que asumen para ofrecer algo personal y novedoso.
Una mención especial merece el reparto, en el que destaca George Clooney, un actor que se supera en cada película que acomete; con un divertido aire a lo Clark Gable, hace amable a su personaje.