Una película ligera, inteligente bocanada de aire fresco. El mismo comienzo -el frustrado robo nocturno de una joyería- sabe crear expectativas. Tres jóvenes amigos están sin empleo: peregrinas ideas, de trabajo o de apropiación de lo ajeno sin riesgo, no dan el resultado apetecido. Hasta que deciden preparar el asalto de un furgón acorazado. Mientras preparan el golpe, nos adentramos en sus vidas: uno está casado y tiene una niña; otro, con dos perros, no logra compañía femenina; el tercero mantiene relaciones con una menor.
Alan Taylor se estrena como director. Con fortuna, como demuestra la buena acogida en Venecia (mejor opera prima) y Sundance. Cuenta su historia con agilidad y ofrece sorpresas dosificadas, incluido el eficaz final. Con tono de comedia muestra a unos tipos humanos que, a pesar de sus defectos innegables, se hacen querer porque son buena gente, inútiles en el sentido felliniano. El director no entra a juzgar las acciones de sus protagonistas, excusa para crear las situaciones de enredo: en alguna está de más el recurso grosero.
José María Aresté