Rifkin’s Festival

PRODUCCIÓN Estados Unidos, España - 2020

DURACIÓN 92 min.

DIRECCIÓN

GÉNEROS

PÚBLICOJóvenes

ESTRENO02/10/2020

Woody Allen vuelve a las pantallas con una coproducción española, rodada en San Sebastián y con actores del país, como Elena Anaya y Sergi López. El resto del reparto es internacional, con el francés Louis Garrel, el austriaco Christoph Waltz, la californiana Gina Gershon y el que hace de alter ego de Allen, Wallace Shawn, neoyorquino.

El argumento se desarrolla durante un Festival de Cine de San Sebastián. Sue es la jefe de prensa de Philippe, un pretencioso director francés que es una de las grandes estrellas del Festival. Mort es el marido de Sue, que la acompaña y disfruta de la ciudad mientras su mujer trabaja. Ambos son neoyorquinos y se hospedan en el famoso hotel María Cristina. Mort sospecha que su mujer mantiene un affaire con su cliente Philippe, y casi como venganza, se encapricha con la doctora Rojas, que le atiende a causa de un dolor en el pecho. Esta sencilla y típica historia nos llega a través del relato del propio Mort, que va haciendo cuentas con su vida, a la vez que una serie de sueños nos presentan sus temores y fantasmas. Estos sueños convierten la cinta en una de las películas más cinéfilas de Woody Allen. Estos sueños, rodados en blanco y negro, son revisitaciones de famosas escenas de Buñuel, Bergman, Godard, Truffaut… y constituyen las secuencias más cómicas del film.

Rifkin’s Festival es una cinta ligera, fresca, sin pretensiones, concebida como un entretenimiento, atravesada por los ágiles e irónicos diálogos escritos por Woody Allen. Su clásico cinismo, presentado con rostro amable, es el telón de fondo de la película, que aborda los temas típicos del director: la banalidad del amor, los fastidios de la vida, el rencor hacia un Dios en quien no se cree… pero también el sobrio disfrute de los pequeños placeres de la vida. La estética parte de un homenaje enamorado a la capital donostiarra. La fotografía de Storaro la convierte en una ciudad mediterránea, con una dominante amarillenta que transforma el paisaje cántabro en la apariencia de una ribera de la Costa Brava. Una película agradable, elegante, que se ve con gusto y se olvida enseguida. Probablemente, Woody Allen no busca algo distinto.

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