Rosetta

Directores y guionistas: Luc y Jean-Pierre Dardenne. Intérpretes: Émilie Dequenne, Fabrizio Rongione, Olivier Gourmet, Anne Yernaux. 90 min. Adultos.

Ya los hermanos Dardenne llamaron la atención y obtuvieron variados premios con su anterior película, La promesa. Este año, la Palma de Oro y el Premio a la interpretación femenina (Émilie Dequenne), que ganó Rosetta en el Festival de Cannes produjeron un ambiente generalizado de protesta. Esta reacción era comprensible por comparación con otras películas en concurso. En sí misma, Rosetta es una obra interesante, tanto por el tratamiento temático como por su lenguaje cinematográfico.

Rosetta es una chica de 18 años, sin padre, que vive con su madre -alcohólica y moralmente deshecha- en una caravana, junto a una ciudad belga. No sabemos más. Rosetta tiene que hacer de madre, adusta, de su madre. Su día es una lucha rabiosa por sobrevivir; encuentra sólo empleos temporales o de prueba… Llega a una obsesión enfermiza por conseguir un trabajo normal, por vivir una vida normal…, hasta perder el sentido de la realidad.

Un angustioso trozo de historia personal, llevado al límite, sí, pero que transmite real autenticidad. En su desnudo esquematismo, sin apenas diálogos, sin música, rodada con cámara al hombro -bamboleante- siempre que la situación no es quieta…, la película cobra un carácter de rudo y desazonante documental, como las actuaciones de los sólo cuatro personajes, en especial la de la protagonista: ¿actúa, interpreta? Más bien parece estar ahí en un solo estado de ánimo, urgente, enfebrecido, malhumorado, obsesivo… Un canto de una sola nota, o un grito.

Tal vez en esa misma desnudez expositiva, escueta y árida, sin adorno alguno, tenga el film la mayor eficacia: su multiplicidad de sugerencias, principalmente en el plano moral: un trabajo insolidario, egoísta, embrutecedor, frente a un trabajo abierto y sereno, con actitud de ayuda, que enaltece a la propia persona y a los demás.

No sé, sin embargo, si Rosetta -por su misma esencialidad poética- será leída más allá de su anécdota inmediata, desabrida y desapacible, como su lluvioso y gris y embarrado y frío paisaje.

Pedro Antonio Urbina

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