Un día, un profesor universitario de música, casado y con una hija, se encuentra un perrito abandonado, de raza akita japonesa, en la estación de tren de su gélida ciudad del norte de Estados Unidos. Tras intentar localizar a su dueño, se queda finalmente con el perro, al que pone por nombre Hachi. Se inicia así una profunda amistad entre el hombre y el animal, que perdurará más allá de la muerte y calará en todos los familiares y vecinos del profesor.
El sueco Lasse Hallström (Mi vida como un perro, Una vida por delante) sale airoso de esta bella fábula sobre la amistad y la lealtad, remake de la película japonesa Hachiko Monogatari, rodada en 1987 por Kaneto Shindo, y que se inspiraba a su vez en una historia real acaecida en torno a 1924 en la ciudad japonesa de Shibuya. El guión es quizá demasiado escueto, y alarga en exceso la bonita anécdota de la que parte. Además, Hallström enrarece un poco su apertura a la trascendencia a través de un cierto panteísmo entre budista y new age.
De todas formas, la película respeta la dimensión religiosa del ser humano, y subraya el valor del cariño conyugal y la paternidad. Todo ello, rodado con emotividad y sensibilidad estética, envuelto por la sugerente banda sonora de Jan A.P. Kaczmarek, y encarnado por unos actores excelentes, que se toman muy en serio a sus personajes, sobre todo Richard Gere y Joan Allen.
