Sophie Scholl es el nombre de una joven muniquesa, miembro de La Rosa Blanca, un grupo de resistencia pacífica al nazismo. Sophie fue arrestada por distribuir propaganda antinazi y ejecutada con varios compañeros suyos, entre ellos su hermano Hans. Esta historia real fue contada en 1982 por Percy Adlon (Fünf letzte Tage) y por Michael Verhoeven (Die weise Rose). En ambas cintas la actriz Lena Stolze encarnó a Sophie. La historia de Sophie era conocida en Alemania al final de la guerra. De hecho, Traudl Junge, la secretaria de Hitler, se refirió a ella cuando recordaba que le avergonzaba darse cuenta de que no todas las jóvenes se habían dejado ganar por el nazismo. Esta versión cuenta con un tratamiento superior debido a la reciente apertura de los archivos de la Stasi, la policia secreta de la extinta República Democrática Alemana. El guión de Fred Breinersdorfer sigue las actas del proceso con fidelidad. La intensidad dramática es impresionante.
El 18 de febrero de 1943 Sophie y su hermano Hans fueron detenidos por lanzar hojas de propaganda antinazi en la universidad. Después de tres días de interrogatorio fueron juzgados, junto con su amigo Christoph Probst, y condenados a muerte por guillotina. La sentencia se ejecutó al día siguiente. La película sigue paso a paso esos días, centrándose casi exclusivamente en Sophie. Este minimalismo, merced al alma de Sophie, se convierte en algo infinitamente grande, universal.
El interrogador no es un monstruo, en dos ocasiones intenta salvarla. “Srta. Scholl, piénselo y coopere con nosotros. Reconsideraremos su castigo”. Ella pregunta: “¿Por qué me castigan?”. Mohr le responde: “¡Es la ley!”, a lo que ella replica: “La ley se hizo para defender la libertad de expresión antes de que Hitler tomara el poder”, y le recuerda que no toda ley debe ser respetada. “La ley se puede cambiar, la conciencia no”. La primacía de las leyes divinas sobre las humanas, invocada ya por Sófocles en Antígona, tiene aquí una raíz cristiana que ella confiesa abiertamente. Sophie se declara cristiana y la película la muestra rezando en tres ocasiones. Ésa es su fuerza. “¿Por qué una mujer joven como usted se arriesga por esas ideas erróneas?”, le pregunta su interrogador. “Por mi conciencia”, responde ella. De esa forma, se abordan los temas centrales del nazismo, no sólo los judíos desaparecidos en 1941, sino “los asesinatos de niños con gases venenosos”. Mohr se justifica diciendo: “Son enfermos mentales, vidas sin valor”, y ella replica: “Nadie sabe cómo es el espíritu de un enfermo mental, cada vida tiene valor”. Al final, a Mohr no le quedan argumentos. “Lo que usted dice, Srta. Scholl, no es realista”. Ella ahonda: “Lo que digo tiene que ver con la realidad y la costumbre. Con la moral y con Dios”. A Mohr sólo le queda un “Dios no existe”. El enfrentamiento es épico y el vencedor no es quien condena.
El arranque es académico, porque tiene que mostrar muchas cosas en poco tiempo: escucha la BBC, canta, acompaña a sus amigos, escribe una carta… es una joven normal con novio. Cuando empiezan los enfrentamientos y el horizonte se cierra, el personaje crece en una extraordinaria transformación interior, sin alterar la postura, la actriz Julia Jentsch se convierte en Sophie y ésta en una mártir que pregona su fe ante sus verdugos. No deja de recordar «La Pasión de Juana de Arco» de Dreyer, tanto en el fondo como en la forma. Sólo la escena del juicio, excesivamente larga, por caricaturesca, desmerece del resto.
La película ha logrado un gran reconocimiento entre la crítica, cosechando importantes premios: dos Osos de Plata en la Berlinale (director y actriz); tres premios de la Academia de Cine Europeo (actriz y premios del público al director y a la actriz); tres premios de la Academia del Cine Alemán (película, actriz y premio del público). De cara a los Oscar es la favorita para el galardón a la mejor película en lengua no inglesa.