Los científicos liderados por Robert Neville han desarrollado un retrovirus, remedio definitivo contra el cáncer. Pero tres años después, en 2010, el panorama es diferente. La mayor parte de los hombres ha muerto, y los infectados son zombies rabiosos, que atacan a los pocos no infectados. En tal tesitura, Neville es el único hombre sano de una Nueva York desolada. Sólo le acompaña un perro. Y cada día radia un mensaje a posibles supervivientes, a los que cita en un muelle. Al tiempo, Neville continúa investigando para hallar una solución a la enfermedad.
Notable adaptación de la obra de ciencia ficción de Richard Matheson, con versiones fílmicas previas de Vincent Price y Charlton Heston, dos actores que han frecuentado el fantástico. Ahora otro amante del género, Will Smith (Men in Black, Yo, robot), acepta el reto de permanecer solo en pantalla casi todo el metraje. Y sale airoso, atrapa con matices la situación extrema de su personaje, con momentos estupendos como el de su “vida social” en el videoclub. En lograda conjunción de interpretación, guión y dirección, se insufla humanidad y dramatismo a la trama: no estamos sólo ante una espectacular cinta futurista, que muestra una sobrecogedora Gran Manzana. Además de la cuestión de la soledad y el desaliento, se señalan los límites de la ciencia, su pretensión de ser causa de esperanza para el hombre; y la ayuda y la necesidad de la fe, para sobrellevar situaciones que nos superan. En esa línea se apunta el miedo a un futuro incierto, idea explotada en títulos recientes de zombies, como 28 días después y su continuación.