A sus 40 años, el californiano Michael Bay («Dos policías rebeldes», «La Roca», «Armageddon», «Pearl Harbor») no tiene demasiado predicamento entre la crítica, pero es uno de los directores más taquilleros. «La isla» es una trepidante película futurista influenciada por títulos del género como «Cuando el destino nos alcance», «Los Niños del Brasil», «El sexto día», «Replicant», «Gattaca» y sobre todo «La fuga de Logan», dirigida en 1976 por Michael Anderson y con la que comparte una estructura similar.
Lincoln Eco-Seis (Ewan McGregor) y Jordan Delta-Dos (Scarlet Johansson) son dos de los cientos de residentes que habitan un exclusivo complejo de privilegiados a mediados del siglo XXI. Les han dicho que fuera todo el mundo está contaminado, que ellos son los únicos supervivientes y que por eso deben ser controlados exhaustivamente, tanto en su salud física y psíquica como en sus relaciones. De hecho, hay prohibiciones de acercamiento y no se permiten las relaciones sexuales. La gran esperanza de todos es ser elegidos por La Lotería y marchar a La Isla, un lugar de ensueño que es el último rincón sin contaminar del mundo.
«La isla» padece algunos de los defectos habituales del cine del aparatoso Bay. El guión, mejor planteado que resuelto, no acaba de exprimir dramáticamente su sugerente punto de partida y acaba diluyéndose en un festival pirotécnico en el que algunos personajes pierden sus perfiles dramáticos, especialmente los encarnados por Scarlett Johansson -convertida en la tópica «chica» del protagonista- y por Djimon Hounsou, cuya evolución dramática resulta poco creíble.
Pero el conjunto es mucho más interesante que las demás películas de Bay, sobre todo por su certera crítica a la manipulación genética y a la clonación, con lo que conllevan de obsesión por la belleza y la salud, y de desprecio por la dignidad de cada persona humana. Bay dosifica hábilmente la acción y la rueda especialmente bien, de modo que su esfuerzo por llegar al más difícil todavía acaba por ganarse al espectador. Se agradece el escaso recurso a los efectos digitales en beneficio de excelentes efectos tradicionales, algunos de ellos realmente antológicos por su ritmo y su impactante resolución.
Jerónimo José Martín