Tras una irregular carrera como actor, Achero Mañas sorprendió con tres notables cortos protagonizados por niños —Metro, Paraísos artificiales y Cazadores— y con El Bola, rotundo y premiado largometraje, también sobre el universo infantil. Menos interés tuvo su siguiente obra, Noviembre, falso documental sobre un grupo de actores de teatro callejero, improvisador y provocativo. Este interés suyo por la representación de la realidad a través de la ficción se mezcla con su fascinación por la infancia en Todo lo que tú quieras, su nueva película como director después de siete años de inactividad.
Esta vez relata la tragedia de Leo (Juan Diego Botto), un abogado que ya está harto de llevar casos de divorcio. Felizmente casado con Alicia (Ana Risueño), y padre de una encantadora niña de cuatro años llamada Dafne (Lucía Fernández), Leo está ilusionado con una nueva oportunidad laboral. Pero, justo entonces, fallece Alicia de un ataque de epilepsia. La pequeña Dafne se niega a aceptar la muerte de su madre, y pide a Leo que se disfrace de ella. Éste acepta el juego dentro de su hogar, y hasta pide consejo a un cliente suyo, Álex (José Luis Gómez), un veterano homosexual transformista. Pero el juego se convierte en obsesión, agravada por la incapacidad de Leo para compaginar su desbordante trabajo con su necesidad de hacer de padre y de madre.
La película resulta demasiado convencional y políticamente correcta en su denuncia de la homofobia, enmarcada entre las parciales coordenadas del prejuicio de clase, la educación católica y la ignorancia. También cabe reprocharle un tratamiento crudo del sexo y, sobre todo, un alargamiento excesivo del recurso del padre al travestismo, ya de por sí artificioso.
Sin embargo, Mañas no hace sangre ni pierde el control, pues mantiene una mirada honesta y sincera, muy humana, que no desdramatiza ninguna de las situaciones que plantea -tampoco la del patético Álex-, y que incluso nada a contracorriente en varios temas de gran actualidad. Destaca su crítica al feminismo radical -que, según él, se impone injustamente en tantos juicios sobre la custodia de los hijos-, así como su exaltación de la paternidad y la maternidad, cuya complementariedad presenta como necesaria para el correcto desarrollo afectivo de los niños.
Estas sugerentes reflexiones se articulan en una esmerada puesta en escena, de gran densidad visual, en la que se despliegan las diversas tramas con ritmo sostenido y vibrante. Y estas cualidades se refuerzan con las intensas interpretaciones de los actores, sin duda, lo mejor de la película.